El azúcar crudo se disuelve con agua caliente controlando la concentración del producto resultante llamado licor fundido, en forma automática, por medio de medidores de flujo y sensores de densidad.
El objeto de la clarificación es la remoción de turbidez y de compuestos generadores de color en el azúcar. Para lograr este propósito se somete el licor fundido a un proceso de clarificación por flotación del licor previamente calentado, introduciendo una corriente de aire que obliga a las impurezas ya coaguladas por la acción de un floculante y de otros insumos, a ascender hasta alcanzar la superficie desde donde se remueven, para que sólo el licor clarificado libre de impurezas continúe en la siguiente etapa del proceso.
En esta etapa del proceso se aprovecha la condición absorbente del carbón activado para la remoción de color. Se utiliza carbón vegetal en polvo, dosificando en relación proporcional al flujo de licor, por medio de medidores magnéticos y válvulas automáticas.
Se usan filtros automáticos de mallas finas verticales para remover el carbón anteriormente adicionado así como flocs remanentes y partículas coloidales de difícil remoción por sedimentación o flotación. Para hacer más eficiente la operación de filtración, se utilizan ayudas filtrantes como la diatomita o la perlita para la formación de una torta filtrante que permita ciclos más prolongados de operación.
Es en los tachos de vacío (equipos de gran superficie de transferencia calórica operados a presiones inferiores a la atmosférica) donde se efectúa la formación y desarrollo del cristal de sacarosa. El producto de esta etapa de proceso se denomina templa o masa cocida y consiste en un material de alto contenido de cristales envueltos en una gruesa capa de miel.
Por medio de máquinas que utilizan la fuerza centrífuga se separan por medio de una malla las mieles que envuelven el cristal. Las mieles separadas en esta operación son ricas en sacarosa y se retornan a cristalización.
Los cristales separados en las centrífugas se secan por contacto con aire caliente en tambores giratorios horizontales de gran tamaño denominados secadores de azúcar. En el tramo final del tambor el contacto del azúcar se realiza con aire frío para lograr que el azúcar tenga a la descarga de la secadora una temperatura similar a la temperatura ambiente, evitando así la formación de aglomerados o terrones.
Finalmente el azúcar se almacena en silos o tolvas de acuerdo a las especificaciones de los clientes y es empacada en sacos de papel o polipropileno en presentación de un quintal (50 Kg.) o presentación tipo familiar de ½ lb., 1 lb., 1 Kg. y 2.5 Kg.